martes, 8 de abril de 2014

Charles Magnus y el fin de la magía: Introducción

Hoy cómo siempre me encuentro jugando con mi encendedor, porque he encontrado tranquilizante jugar con las llamas, sentir que las controlo, pero extrañamente hoy no funciona,...es ese silencio de saber que por fin encuentras para que has venido al mundo y sentir un poco de miedo tras saber que es hora del acto final.

Recuerdo mi vida tranquila y mis añoranzas de que algo hiciera que rompiera mi rutina, tal vez si hubiera sabido que implicaciones tendría muy seguramente hubiera preferido seguir con mi aburrido trabajo como financiero en uno de los grandes bancos de Canadá, tener una familia e hijos... una vida normal, pero a mi pesar o mi favor, se lo dejo a discreción del lector, el destino es inevitable y en mi caso la curiosidad y el ansia por las experiencias fuera de lo común fue el camino que me llevó a mi causa final.

No me creerían si les dijera que ahora me encuentro frente al vórtice de magia primordial teniendo que hacer un ritual que salvará al mundo, un ritual que como toda película de acción nos ha enseñado terminará acabando con mi vida y tal vez como un intento desesperado mi mente me trasporta a los momentos en los cuales podría haber cambiado este camino, como si me dijera que pudiera haber detenido esto, pero muy en el fondo se que es lo correcto y que debo hacerlo a como de lugar. No podría permitirme huir, mucho menos ahora que estoy frente a la esencia de lo sobrenatural de la existencia y sabiendo que la estabilidad del mundo tal y como lo conocemos se encuentra en mis manos. Realmente parece algo tonto pensar en eso pero muy en el fondo sé que cualquiera en el momento final de su vida recordaría aquella persona a la cual quisiera abrazar por una ultima vez, aquella persona a la cual le fallaste y te gustaría decirle que no fue tu intención hacerlo, pero que había una razón importante para haberlo hecho así y que muy en el fondo lo hacías por su bien, porque querías que sonriera así no fuera contigo; pero bueno dejemos esto un poco en veremos, porque si estás leyendo esto es porque mi hechizo ha funcionado y mi mente a alcanzado ha escribir lo que ha sucedido, motivado por el miedo y quizás por esa ambición egoísta que todos tenemos de que nuestra existencia no desaparezca en el vacío.

Pero que desconsiderado de mi parte, primero debo decirte que la magia es más real de lo que uno quisiera aceptar y que como todo comienzo todo se encuentra en un punto inocente que uno siempre pasó desapercibido. Un día que cualquiera hubiera catalogado como algo normal, bueno, casi normal.

Me encontraba con mi madre, una mujer dulce y amable que siempre me ha recordado la luz de la vida, estábamos caminando en un día soleado, era mi cumpleaños y estaba feliz, mi madre me llevaba a la feria en Ottawa tal y cómo lo había querido, era esa feria llena de dulces y nieve que esperaba cada año, era la manera en que celebrábamos mi cumpleaños porque me encantaba la nieve y el hielo, ademas de los trempettes en maple, que eran mis favoritos y para mi no había una mejor manera de celebrar el año nuevo. 

Mientras caminábamos por aquella capa de azulona felicidad cubierta de blancos juegos que caían del cielo, llevaba conmigo la chaqueta azul que me habían regalado de navidad, esta se parecía a a la chaqueta en la que mi madre vio por primera vez a mi padre, si bien solo conocía su rostro por medio de fotografías que mi madre uno que otro día me mostraba, esto nunca me importó porque sentía que estaba ahí para protegerme, extrañamente me hacía pensar que el estaba ahí conmigo, y así estábamos yo y mi familia en el frío y el clima conspiraba para tener nieves de munición y para castillos, simplemente una nevada perfecta, un sueño hecho realidad.

Pero en particular había algo en este sitio que para mi siempre era lo mejor, eso era ver las grandes esculturas de hielo, Era ver como la gente podía hacer que esas grandes imágenes en su cabeza quedaran plasmadas en el hielo. Era como estar en la galería de un museo de frió en donde cristales de hielo representaban las más bellas esculturas, pero en particular sentía como una de ellas me llamaba de manera insistente, era un castillo de hielo con grandes torres y una puerta supremamente detallada, se veía tan imponente que fue imposible no acercarse a tan imponente belleza.


en ese momento no sabía que estaba detrás del 'Winterlude', el gran festival de invierno de Ottawa, y mucho menos de la importancia que ha tenido siempre y lo que tenía guardado par mí mas adelante, pero en este día aprendería que el hielo conservaba una propiedad del agua que solo los ojos agudos podían apreciar, eran un buen espejo, un espejo del alma.