Sequía en el alma,
aquella sensación amarga en la garganta
de palabras atoradas,
de un ser ya sin calma
en una ilusión: su alma húmeda y escarlata.
Aquel que de agravios se propina
en su terquedad por ilusiones marchitas,
y en su batalla, abatido y yermado,
quien en la ausencia busca una suerte de morfina
y en la tristeza solo ya habita,
pues su sueño, en contra de su voluntad, ha terminado.
Ante el Olimpo hoy me encuentro,
buscando abrigo, buscando aliento,
refugiándome en mi aposento
para menguar el lamento,
para olvidar el momento,
para sanar lo que mata por dentro.
La ironía del desamor para aquel que vive por ello,
para aquel que pide a Eolo por el ondular de su cabello.
Mis flechas ante ese corazón romas se han vuelto,
hoy imploro para que mi corazón de este tormento sea absuelto,
para que sus ojos de esperanza no sean un destello
y vuelva al mundo libre, tranquilo y con el dolor preso en un sello.
Hoy cuelgo mi arco y flecha,
y ocultaré de mi corazón las alas.
No más vuelos ni travesuras hechas
para sembrar desventuras selladas con palas.
Hijo de Ares y Afrodita,
pronto dejarás la tristeza maldita.
Por ahora, suelta lo que en ti habita
y sueña en sombras, escucha lo que tu corazón musita.
Pronto llegará el amor y la dicha,
prepara tu alma para la mujer ya predicha,
que en brazos de ella harás a Helios brillar
y Selene hará un espectáculo para hacer a las estrellas cosquillar,
para que tu musa en sonrisas pueda en tu corazón habitar
y tú al amor puedas volver a exaltar.